Hoy agradezco una vez más a Dios por enseñarme este sendero
luminoso de la vida donde quizás las casualidades no existen, y esta vez por llevarme
de la mano por un camino pedregoso donde caminamos por suelo que se quebrantaba
y donde el sol al improviso a veces quemaba. Hasta que llegamos a un rincón lejano
donde ahí estaba esa ventana de arena y madera astillosa que con cuidado
atravesó y me enseñó una caja que a simple vista, mustia y desapercibida parecía,
y yo le pregunté:
—¿Dónde está aquello tan valioso y bello que has creado, que no lo
veo? y el me respondió:
—Ahí está, ahí adentro, en ese cofre que ves con apariencia a
viejo. Lo escondí ahí para que solo puedan encontrarlos aquellos bienaventurados
del mundo que buscan mis más bellas creaciones, y quien lo sepa apreciar y
cuidar, gozará del gran tesoro que está oculto en ello.
—¿Pero, por qué a mí señor?
—Porque tú has escuchado mis susurros naturales, y
es por eso que este portal te lo he abierto para que cuides este regalo con
amor y les susurres tú también a los que aún no la han visto.
Y en ese momento Dios comenzó a levantar el cofre viejo, desteñido
que al abrirse se coloreó de verde, rojo y algún otro color que nunca he visto,
y ¡ahí apareció! la vida plasmada.
—¡Que hermosos colores, bendita sea la visión que tú me has dado,
te lo agradezco de corazón!—y él cerró pronto el cofre.
—¿Por qué tan pronto señor?—Y él me respondió que este era un
tesoro especial lleno de colores mágicos que duraban poco tiempo con luz, y yo
insistí:
—¿Pero por qué Dios, si es lo más hermoso que vi, por qué no puedo
verlo todos los días?—y el me respondió:
—Porque son especiales hijo mío, son como aquellos momentos de
esta vida donde efímero y dulce tu celebras de alegría; como la noche de bodas
cuando brillo aquella estrella con la dicha de vuestro amor, como cuando triste
quiebras en llanto y mi abrazo es tu consuelo eterno y continúas, como el día
que recordáis cuando nací para amarlos. Pero no desesperes, porque de esta
manera no se perderá el encanto, recuerda, que siempre que tu amor le des a mi
tesoro yo te agradeceré cada primavera con un nuevo color, y cuanto más amor les
des a los demás, más color de mí tendrás y hasta tú un color para mí crearás...
Fernando Grécò.